“Esto es así. Tienen que pasar por ello”

“El primer año es duro”. “En cuanto empiezan a la escuela, o a la guardería, es así”. “Se tienen que inmunizar”. “Hay que pasarlo”.

¿Os suenan estas frases?  ¿Tenéis hijos pequeños que en cuanto van al cole se convierten en clientes habituales de la farmacia en busca de antibióticos? ¿Ya os han contado cuánto sufrió la hija de la vecina, que estuvo ingresada no sé cuántas veces, y casi no asistió a clase durante el primer curso? ¿Y no os ha entrado rabia contenida al escuchar la frase final: “pero esto es así y tienen que pasarlo”?

Os prometo que a mí me entran los siete males cuando me doy de bruces con la resignación como norma, y la mirada inquisitoria de “no te atrevas a tomar otras medidas porque el mundo está hecho así, y así nuestros hijos se hacen fuertes”.

No quiero desviar esta reflexión a cómo se quedan nuestros niños después de tomar los antibióticos (como marionetas de trapo con los ojos hundidos que no tienen fuerzas ni para comer) o por qué, si se tiene la cartilla de vacunación al día, se tienen que inmunizar después en la escuela cogiendo todos los virus, hongos y bacterias que existen (eso nos daría para un debate de grandes dimensiones).

Sólo quería reflexionar en el valor que le damos a la salud y a bienestar.  En el caso con el que empiezo el post con la salud de los niños, pero también en el caso de las mujeres frente a los dolores menstruales o las malas digestiones, o los hombres con problemas de hipertensión o de próstata a partir de cierta edad.  Parece que tenemos asumido que los “achaques” son lo “normal”.  Simplemente “nos toca” y tenemos que doblegarnos al malestar y a depender, en ocasiones, de por vida, a ciertos medicamentos que poco a poco minan la parte de salud que nos quedaba intacta.

¿Es normal sentirse enfermo? ¿Tenemos que conformarnos con eso de “ya tengo una edad”? ¿Sólo los súper hombres o las súper mujeres llegan al final de sus días en plena forma?

He de reconocer que, la mayor parte de las veces, es más cómodo, más rápido y nos complica menos la vida seguir la corriente. Cuando elegimos hacer lo que los demás no tenemos que pensar, podemos seguir con el estilo de vida al que estamos acostumbrados, tomamos lo que otros nos prescriben, asumimos los efectos secundarios, y nos evitamos quebraderos de cabeza.

Pero cuando esas frases hechas que escuchas en la puerta de las escuelas, o en la sala de espera del médico, te rechinan en lo más profundo de tu ser y te resistes a aceptar la enfermedad como algo normal… encuentras que te vuelves responsable de tus decisiones y… de tu salud.

Yo no soy de las que se resignan fácilmente.  Sí que aguanto, pero no me resigno.  Y mientras aguanto, como hemos hecho con la fiebre de mi hija, el dolor, o las noches sin dormir, he tratado de aplicar lo que he ido aprendiendo en muchos años de estudio y profundización sobre el funcionamiento del cuerpo humano, las respuestas inmunológicas, las rutinas  y las ayudas naturales que mantienen el equilibrio de la salud.

Querer aplicar esos conocimientos, muchas veces milenarios, otras obtenidos de las investigaciones más recientes, es un verdadero ejercicio de responsabilidad.  Sí, te conviertes en responsable de tus propias decisiones y del efecto que ellas tienen en tu bienestar.

Y ¿qué he de decir?  Que no es sencillo caminar contra la corriente de la mayoría.  Pero cuando uno tiene en su mano las herramientas, cuenta con profesionales que le orientan, y está dispuesto a hacer los cambios en su vida diaria, los resultados no son sólo evidentes, sino enormemente satisfactorios.

Por un lado cuento con la sensación de poder hacer algo frente a las contingencias comunes: catarros y otitis escolares, tensión alta, colesterol… y esas cosas “que nos pasan a todos”.  Sí, yo puedo hacer algo más allá de tomar las pastillas de turno y aguantarme.  Por otro lado, saber que lo que estoy haciendo ayuda a mi cuerpo, o al de mis seres queridos, a funcionar correctamente, para que autogestione su propia salud, mientras entiendo los procesos por los que está pasando (fiebre, falta de apetito, dolor…) me tranquiliza y me ayuda a pasar el proceso con una perspectiva positiva.  Otra cosa a tener en cuenta es que cuando tomamos esta responsabilidad y armamos a nuestro cuerpo con las herramientas que él necesita, en el momento de acudir a medicamentos por una crisis aguda, éstos actúan de una forma muy rápida. Finalmente, veo que los procesos por los que pasamos los gestionamos de forma muy diferente.  Que cuando se han acabado, salimos de ellos con energías renovadas, con ganas de volver a la rutina al 100%.

 

Así que esa frase de que “esto es así y hay que pasarlo” la he cambiado por “cuando esto sucede tengo las herramientas para resolverlo”

 

Beatriz
Author: Beatriz

Soy Beatriz, Alquimista, naturópata, curiosa, investigadora y provocadora. Me gusta relacionar cosas, personas, ideas, conocimientos, entre ellos, y provocar la acción, el ir hacia adelante. Mi especialidad, el uso alquímico de los aceites esenciales, el uso de la tecnología del TGC System y encontrar alternativas válidas para conseguir el bienestar.

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